lunes, 25 de mayo de 2009


Bueno, aquí está la tira trágica del gaud.
Está regacha pero irá mejorando.
Palabra.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Revista: La Grieta # 7





Les presentamos el último número de la revista literaria independiente “La Grieta”. Gracias a todos nuestros colaboradores, empezando por Gabriela, la modelo de la portada, para quienes quieran saber un poco más de ella sólo les diremos que trabaja en un bar y acostumbra beber tequila en exceso. En cuanto al contenido, en la parte narrativa sobresale la calidad de los textos presentados por Adán Echeverría (Contemplación), Manuel Noctis (Despertador), Javier Dzul (Un globo Blanco), Jonathan Minila Alcaraz (desde mis ojos una vida) y en particular el hermoso texto de Manuel Felipe (Sin huevos para clavarse un cuchillo en el corazón). En la parte poética agradecemos al buen Pedro Morales (Solo un instante), Estela Guerra Garnica (Mar Adentro), y a Zita Noriega (La enemiga más amiga). En el segmento Gráfico exponemos El Portafolios de la artista plástica Lilia Luján (Besos Lilia). A nuestro diseñador (que no cobra) Misael Sámano-Vargas (estamos en deuda contigo) por lograr una vez más confeccionar la revista a pesar del mediocre trabajo de imprenta. También a las viñetas del sádico, lujurioso, y perverso GAUD. Incluimos los ya tradicionales horóscopos grieteros no aptos para la gente amante de Walter Mercado.


A nuestros pocos pero aferrados lectores, a nuestro mentor Maximino García Jácome, sin olvidar a rivales literatos y Grupies amorosas (aunque no lean la revista) A todos infinitas gracias.

Caricatura por GAUD.


Anexo un par de textos de la revista.


Sin huevos para clavarse un cuchillo en el corazón.
Por Manuel Felipe.

Mis compañeros resultaron ser de lo más locos, uno de ellos era un tipo de 25 años, con dos hijos, los cuales viven con la que fue su mujer, ellos no saben nada de él y él no quiere que sepan, poco interesado está en volver a verlos, hace tres años que no lo hace. Ahora vive con otra mujer, rentan un cuartucho en la Asunción Castellanos y cuando están juntos sólo se dedican a tomar cerveza y fornicar. Están dispuestos a dar la vida por sus excesos. En una ocasión me invitó a donde vive, el lugar era de lo más decadente y rastrero, Sandra, su mujer, no dejó de hablar de cómo había conocido a Salvador, de cómo la había engatusado para que dejara a sus padres y vivieran juntos. Para ella, Salvador era un hijodesuputísimamadre pero que lo amaba más que a ella misma, aunque menos que todo el alcohol habido y por haber. Ella quiere acabarse todo el alcohol del mundo. Lo mejor de Salvador –dice ella- es que raja parejo conmigo, nunca se acobarda y siempre termina hasta la madre igual que yo. Salvador la miraba de reojo mientras se empinaba una caguama, y no sólo eso –siguió contando con hipos constantes- también es un ardiente en la cama, aunque últimamente, de tan borrachos que estamos, ya casi no cogemos. Tomé un rato con ellos y antes de irme, Chava me pidió para una caguama, le di veinte pesos.
Al día siguiente lo corrieron de la farmacia, era la quinta vez que llegaba tarde y además se le notaba que aún estaba borracho, me pidió lo fuera a ver a su casa cuando saliera.
Sandra no estaba, el continuaba embriagándose, me ofreció de su caguama pero no acepté.
-No mames, éntrele, chupa conmigo.
Le sonreí, la verdad tenía más ganas de irme que de estar con él. Permaneció un rato callado, entonces le dije que ya me iba.
-Espérate, no te vayas aún.
La forma en que lo dijo me pareció enigmática, sentí me diría la razón por la cual Sandra no estaba. Fue hacia la cocina o al menos a lo que podría llamase cocina, y regresó con un cuchillo.
-Vamos, clávamelo en el corazón, yo no tengo los huevos para hacerlo.
Lo miré más con desidia que sorprendido.
-¿Y qué te hace pensar que yo si tendré los huevos para hacerlo?
Me quedó viendo con ojos saltones.
-Lo supe desde que entraste a la farmacia, supe que tú podrías ayudarme, por eso te pedí que vinieras hoy, aprovechando que Sandra no está.
-Por cierto, ¿dónde anda ella?
Al preguntarle esto su expresión fue la de un hombre asustado pero que después se da cuenta que no hay de qué preocuparse.
-No sé, desde anoche salió, se supone que iba a conseguir dinero para unas caguamas o lo que sea de alcohol pero no ha regresado, seguro fue a ver a su hermana.
-¿Y te preocupa que no llegue?
-Me preocupa que llegue con las manos vacías, por eso mejor clávame este cuchillo en el corazón.
-No lo haré, no tengo los huevos que piensas.
En ese momento me dirigí hacia la puerta y caminé hasta mi casa.
Antes que saliera de la farmacia, Salvador llegó a verme, portaba la misma ropa que el día anterior y tenía el aliento más hediondo que he sentido en toda mi vida, se notaba que no había dejado de tomar. Hice un esfuerzo loable para que se fuera, prometiéndole que lo iría a ver a su casa en cuanto saliera.
Pedro tiene 23 años, no tiene vicios, a menos que joder a las personas sea considerado como tal. Es una de las personas más entrometidas que he conocido. Salvador y él se llevan bien, a secas, lo cual quiere decir que después del trabajo cada quien su patín o su onda o su vida (como mejor lo entiendan). Me comentó su deseo por conocer dónde vivía Salvador, le dije me acompañara al salir, pero que no lo molestará con sus cosas. Consintió.
Lo encontramos tirado en el piso de su casa, el cual, como era de esperar, se encontraba sucio y pegajoso, con botellas y vasos regados, algunos de estos con cucarachas adentro
-No mames pinche chava –Gritó Pedro- cómo verga puedes vivir en este cochinero.
Volteé a verlo con cierta molestia.
-No te claves, ni siquiera se da cuenta de que estoy aquí, no ves que está hasta la madre.
Pedro tenía razón, Salvador estaba hasta la madre, aún así, no era razón para gritarle. Lo arrastré hasta la cama y sólo alcanzó a decirme que no tenía los huevos para clavarse el cuchillo. Me pidió otra vez se lo enterrara en el corazón.
-Duerme mejor. –le dije.
-No puedo cabrón. Sandra no ha llegado. -Comentó con aflicción, de pronto comenzó a llorar.
-Cálmate wey, ya llegará.
-No va a llegar puta madre, yo sé que no va a llegar.
Pedro husmeaba por la casa y cada que encontraba algo asqueroso gritaba estupideces. Varias veces le tuve que decirle que se callara. Salvador seguía repitiendo que Sandra no llegaría y no tarde en darme cuenta que estaba delirando. “Palaverga”, gritó el cabrón de Pedro, “Ven a ver esta madre”. Me dirigí hacia el patio, por la expresión de Pedro, supe que se trataba de algo repugnante. Volteé hacia donde él miraba, permanecí turbado un buen rato, al reaccionar, Salvador ya había dejado su delirio, nunca más lo volvería hacer. Pedro se acercó, con un trapo había tomado varios trozos de Sandra.
-¿Armamos el rompecabezas?




Mar Adentro (fragmento) por Estela Guerra Garnica


I


En el ritual de la marea minúsculos
peces incendiados de vida,
colores explosivos del coral.
La corriente aguamarina arrastra el recuerdo
de aquel mar que sentí mío
cuando cascadas de arena
rozaron la piel del aire.

Lilia Luján. Malabares.tecnica.mixta.lienzo,100x100cms

Texto

Chúpate ésta…
Por Fernando Abreu

A Charles Bukowski.

¿Piedra, polvo, o cerveza? Así me decía el hijo de la chingada antes de tener sexo. Y después, nada. Nada que me la metía, sólo ahí embrutecido por la piedra, como fantasma, todo idiota, tanto que me rogaba lo acompañase, incluso un par de veces escapando del congal, casi cada noche, a su casa, y lo único era drogarse. En serio manita, te lo digo de verdad.

Pero que diferente fue al principio, cuando lo conocí. Yo ya estaba media peda, se me acercó y me dijo que si no quería sentarme y tomarme una chela con él. Le dije que sólo copas, ya sabes, pura pinche caribe cooler rebajada. Luego que me habla bonito, muy respetuoso, con voz deliciosa dijo que le gustaba mi compañía, y que era más chula que las putas flacas que se encueran en la tarima. Qué hice después. Pues tu sabrás manita que ya tomada una se pone cachonda, que sí, que no, que te dejas tocar una nalga, te animas, hasta lo besas. Y te vale madre si le apesta la boca.

Esa noche terminamos bebiendo tequila, le conté que me gusta fichar pero me encabrona tomar copas. A mí dame caguamas, no chingaderas, le dije. Y que soltamos la carcajada. Entonces se me acercó al oído diciéndome que quería estar conmigo a solas. Le expliqué el rollo, pagó mi salida, Pedro se molestó un poco, no me quería dejar ir, yo creo le dieron celos. Sí, ese mismo, hermano de Polo, antes de tener este congal trabajaron en el Black Gold, allá en Playa Norte. Pues te sigo contando. Me dijo que después de que cantaran podía irme, entonces se juntó con sus hermanos y tocaron cinco canciones. Mi cliente estaba encabronado, pero no me la hizo de a pedos, incluso entonamos juntos una de El Chapo de Sinaloa. Al terminar el grupo, bajó Pedro y se puso de mamón, dijo que si me largaba no iba a darme lo de las fichas. Lo mandé a la verga, y me fui.

El tipo pagó un taxi y nos lanzamos a su casa. Era un departamento cerca de la Morelos, en la treinta y cinco. No era la gran cosa pero estaba bien. Me invitó a pasar, yo andaba mareadísima, me recosté en un sillón de madera, fue por unas chelas a la cocina y me ofreció un cigarro, entonces que me acaricia la espalda y empieza a morderme una teta. Estás buenísima, susurró. Yo me le restregaba todita, me desabroché la falda, sentí su excitación. Se puso de pie, prendió el estéreo y puso un cede de K-paz de la sierra. Luego se dirige a un buró y saca una bolsita. Pues tenía coca, no te dije. El güey aspira y aspira, entonces voltea a verme y empieza a reír como imbécil. Se acerca. Me tomó de la cintura y nos metimos a su cuarto. Adentro me pide que le haga un teibol, y yo de pendeja, que se lo hago. El cabrón se acomoda en una silla frente a la cama, saca papel aluminio de su camisa, el encendedor, y empieza a fumar piedra. Entonces el hijoeputa se empieza a masturbar mientras me pide que me meta el dedo. No quiero la servilleta, no creas que voy a llorar, es solamente rabia manita, deja que te cuente. Camina hasta mí. Me agarra de los cabellos poniendo su verga junto a mi cara, y luego pide que se la mame. Se la empiezo a chupar y…

Te juro que no lo entiendo, por diosito, y mira que todo era distinto al día siguiente. Me invitó a comer mariscos al Alvaradeño, me platicó de su trabajo en plataforma, muy galante se preocupó de que nos atendieran bien. Después fuimos a caminar al malecón, nos agarramos de la mano, él muy sonriente, y yo, pues muy cariñosa. Comimos un helado, nos sentamos en una orilla viendo el atardecer, los barcos, sintiendo todita la brisa. Fue el mejor día que he tenido. Con decirte que hasta un celular me compró. A eso de las seis me presenté aquí en La Bamba, Polo me dio chance de fichar, aunque Pedro seguía encabronado, el muy puto se paró junto a la barra como esperando que lo saludara, me di la vuelta. A eso de las once que llega mi cliente. Venía acompañado por un güey flaco, moreno, todo jodido; eso sí, con su pinche overol de PEMEX. Me sentó y empezamos a chupar. Al cabo de dos horas paga mi salida y los tres fuimos a su departamento. Entrando entrando, nos hace la pregunta. Rápidamente el flaquito se sienta en la mesa y empieza a meterse polvo por las narices, mientras Andrés. Pues así se llamaba el cabroncito. Bueno, continúo. Me fajaba en la cocina con hartas ganas, yo sentía que mis piernas se caían, y un calorcito bien rico en la pucha me puso completamente loca. Llegamos a su cuarto, me desnudó. Entonces que aparece el flaquito, Andrés lo mira con ojos saltones y le dice: cógetela. ¡Si coño, estoy nerviosa!, ya no me mires así. Escucha. A pesar de la humillación no estaba dispuesta a hacerle caso. Andrés animaba a su amigo, el flaquito quiso tomarme de los hombros y que le sorrajo una cachetada. Empecé a gritarle pendejadas, pero el muy maricón de Andrés me pegó un madrazo que me rompió la boca. Ya iba yo a devolverle el golpe cuando éste saca una navaja y la pone en mi cuello. Me horroricé, dijo que iba a cortarme si no le hacía caso. El otro hijoeputa ya confiado metía las manos en todo mi cuerpo, cerré los ojos y apreté los dientes, lloraba. Ya sé que tienes que atender las mesas, pero pon atención, ya voy a terminar. Andrés de nuevo se sentó, fumó la piedra, y al rato comenzaba a masturbarse. Hervía mi sangre solo de verlo, cuantimás acercó su verga para chupársela, es ahí donde venía lo peor. Ya sé que afuera hay una troka llena de policías y que están hablando con Polo, hazme caso. Detesto a Andrés y lo que hizo, pero al despertar era otra persona, jugaba conmigo, me hacía reír. Traté de que explicara su comportamiento. Pero nada. Y eso se repetía todas las noches. Hasta ayer. Cálmate, soy puta pero no pendeja, ya sé que la policía viene por mí, pero quiero sepas que lo que hice tiene justificación. Ese pinche Andrés sólo le gustaba ver que me cogieran. Ayer salimos del congal, nos pusimos una buena peda. Como siempre fuimos a su departamento. Adentro tomamos un six. Al ratito su amigo ya estaba encuerado, hizo una línea, la respiró, yo también hice una; que más valía drogarme ya. Nos metimos los tres al cuarto, me arrodillaron para que se las mamara a los dos, luego, el flaquito me llevó a la cama y empieza a besar mis tetas, le pido a Andrés que se acerque, le dije que sabía que todo eso le gustaba, lo comencé a acariciar. La cargaba en la bolsita, no se dio cuenta cuando la saqué. Ya enfrente de mí, ¡zaz! Qué desmadre manita, pegó un grito espantoso, bañado todito en sangre de la cintura para abajo, neta, pues si le tasajié todo el pito. ¡Quítenme las manos de encima cabrones!, sépanse que lo hice por mero gusto, y te juro mana que lo peor no fue que se la chupara sino que el muy puto obligaba a tragarme el semen, pero se jodió, todavía lo vi a los ojos y le dije: a ver, chúpate ésta.